11/07/2006

18

Pensativo miraba hacia el horizonte, el sol anaranjado, enorme, lentamente se escondía tras la cortina púrpura del océano infinito.
Esta era una de esas tardes melancólicas, tristes, una mas de tantas, encendió un cigarro y por décima ves en el día se recriminó “estas cosas van a matarte” “que me importa” dijo para si, no será mas que esta soledad, no mas que esta incertidumbre.

El humo se elevó jugueteando con el viento y con el se propuso dejar ir aquellos pensamientos dedicados a ella,
¡¡¡a ella!!!,

se prometió que la sacaría de su mente y que esta ves, que esta ves, sería la ultima.
¡que se fueran!, así nada más, jugueteando con el humo, que se perdieran y no volvieran nunca y así fue, asi fue…
por un instante al menos.

Recordo lo que se venía encima, en toda la carga que lo esperaba, se estremeció de miedo, no supo que hacer y se sintió más solo que nunca, abandonado, hundido y perdido y fue tanto el miedo, tanto el terror, que de un impulso se puso de pie y comenzó a caminar por la playa desesperadamente, siguiendo las huellas con la mirada, como si alguna lo condujera a algun lugar seguro, era un ultimo intento, intentar escapar, escapar de esa ola gigante que se levantaba a lo lejos, entonces, casi por instinto, miró aterrado al horizonte y fue que lo vio plano y calmo, tranquilo...

“que ironía” pensó.

Le dio otra piteada al cigarro y volvió a pensar en ella

“¡¡Pero tonto, prometiste recién que nunca mas!!”
“Es que es mas fuerte que yo, es que ella esta aquí, presente…”

Se golpeó la frente tratando de sacudir sus pensamientos, para que de una ves se marcharan, esta era su lucha,
¡así era su lucha!,
la constante lucha, se detuvo, meditó y suspirando tomó la única medida posible, la ultima medida...
se rindió.

No había nada mas que hacer, esa era la jugada que todos esperaban, era aquello que todos deseaban,
no podía con todos, todos en su contra.

¡todos se lo pedían!,
¡que la dejara!,
¡que la olvidara!,
Que era lo mejor para el!!!

Y él, bueno él,
no era lo suficientemente fuerte,
no era lo suficientemente capaz.

“me ganaron”

“... aquí se queda”

y así sin pensarlo un segundo más, la tomó con delicadeza por última ves entre sus brazos, si, casi había olvidado que ella estaba a su lado y lo hermosa, lo perfecta que era, la miró con tristeza y dejándola sobre la arena se despidió en silencio, fue en ese momento que una leve brisa recorrió su cabello y se deslizó por su brazo hasta llegar a ella, a su largo cuello y así casi como un llanto de amor sinfónico y mágico, las cuerdas de su guitarra, de su bella guitarra, parecieron sonar solas en un acorde silencioso de despedida que solo él pudo escuchar.

Ese fue el día en que abandono los sueños y sucumbió al tumulto.

Tenía solo 18 años.